el intolerable universo



El poeta caínico no tiene nombre ni jerarquía social. No cree en nada, y menos en sí mismo. No sabe de dónde viene ni adónde va. No sabe qué hacer ni lo que quiere ser, y no le interesa saberlo. No soporta su mundo ni cualquier otro. No se tolera. Ignora a propósito quién es. Y establece entre él y sus pensamientos cierta insalvable distancia. Entre su mente y el hastío no hay diferencia: calcina lo que toca, esteriliza lo que piensa y hace del tiempo una experiencia de la asfixia. Su reino es un desierto de hielo sin fronteras. Vive el mundo —lo goza— como desde atrás de un vidrio. Por eso cuestiona lo que hay al otro lado de cada cosa, de cada suceso, de cada persona. Es una víctima del más allá, un detractor de lo otro.

Quizás la única verdad palpable sean sus deseos.

Felipe Vázquez